El autor sostiene que en todos los relatos hechos por el hombre, en cualquier tiempo y lugar, podemos hallar siempre una misma historia, una estructura básica con ligeras variaciones para que cuadre con la comunidad en la que circula. Se trata de la aventura de un héroe, complejo personaje de cualidades extraordinarias, cuyo camino podría esquematizarse de la siguiente forma: separación-iniciación-retorno. Destaca que esta constancia da cuenta de la unicidad del espíritu humano en sus aspiraciones, fortalezas y sabiduría.
Es inevitable al recorrer el texto, tomar conciencia de que verdaderamente en todo tipo de relatos, desde los bíblicos hasta los cuentos de hadas pasando claro por los mitos y leyendas, es posible encontrar la unidad nuclear descripta.
El itinerario comienza con el alejamiento del mundo cotidiano y el avance voluntario hacia el “umbral de la aventura” que debe ser vencido en orden de acceder a un mundo desconocido, lleno de peligrosas amenazas, pero también de fuerzas fabulosas dispuestas a prestar ayuda. En este exótico terreno, el héroe gana una victoria decisiva que le permite regresar a su sociedad engrandecido, dotado de nuevas fuerzas creadoras que (en el caso óptimo) serán trasmitidas a sus “hermanos”. Es justamente aquí donde el autor efectúa una aclaración que me resulta particularmente interesante: el hecho de que no siempre se logre una reintegración exitosa a la comunidad de origen, ya sea por la negativa personal del héroe o por la resistencia del resto de los hombres a comprender el valor de lo que éste les enseña. Creo que ésto puede extrapolarse a la realidad, no en términos de una reintegración “física” sino más bien, espiritual: la sensación de aquellas personas que han salido fortalecidas por la superación de experiencias fuertes o incluso traumáticas (no necesariamente viajes), que se sienten luego “distintas”, sabiéndose poseedoras de algo único e incomprensible para los demás.
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