Lo primero en lo que me hace pensar el poema es en la relación entre la voz que nos habla y su primo. Ya desde el comienzo, la mención de la palabra “gigante” al describirlo se me aparece como un adjetivo que excede la caracterización meramente física; vislumbro allí un sentimiento de admiración, de respeto. Sentimiento que probablemente ya existiera en su infancia, por el solo hecho de ser su primo mayor que él, pero que indudablemente se ha acrecentado tras el retorno de éste de su largo viaje. El hecho de que haya vuelto después de tantos años, cuando ya lo daban por muerto, y el silencio que envuelve los avatares de dicho viaje alimentan aún más el halo de misterio y admiración que lo rodean.
Me resultó particularmente seductora la manera que elige el poeta para mostrar el paso del tiempo. Comienza evocando los juegos de la infancia, los cuales no eran de cualquier clase; jugaba a ser pirata, figura que remite de inmediato al viaje, a la figura de un hombre valiente y audaz que surca los feroces mares y atravieza tormentas en busca de aventuras. Veo allí a un niño que piensa y juega, tal vez un tanto inconscientemente, a “ser” su primo. Luego la infancia abre paso a la madurez, los juegos dan lugar a los sueños y los pensamientos, los mundos imaginados se van desvaneciendo y aparecen los temores y misterios de la vida en la ciudad.
La escena de los dos primos escalando el cerro se presenta en mi mente con la claridad de una fotografía. Veo caer el amanecer a las espaldas de ese hombre bronceado vestido de blanco, que con sus pasos le indica el camino al muchacho que lo sigue, atento y encantado. Me pregunto por que ha elegido llevarlo allí, a las alturas. Y se me hace que no es sólo por la soledad y el silencio, sino también por la universalidad de algo tan puro como el atardecer. Por algún motivo, algo tan habitual como el crepúsculo es siempre un evento digno de admirarse y un disparador de recuerdos y emociones, especialmente si se lo ha apreciado desde diversos ángulos, en los distintos rincones de esta tierra. Por ello, se me hace tan gráfica la imagen del primo sonriendo al recordar los amaneceres que ha visto sobre el mar, cuando “el día ya era viejo para ellos”
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario